Las memorias de la abuela Raffaella Negri

En esta nota conocemos las memorias de Eugenia Raffaella Negri Sartori, o simplemente “La nonna”. Este material nos llega desde su nieta Marianella Minati Picherno. Ella, por los años 90’, grabó en cassette a su abuela contando sus vivencias. Con el tiempo digitalizó a CD la grabación, y más tarde un primo le agregaría fotos, y fue editado un video. Que incluso fue subido a YouTube.

El contexto de estas memorias

Raffaella nació en Grigno en el Trento un 24 de agosto de 1900, falleció en Montevideo el 14 de junio de 1995. Esta grabación data del 6 de enero de 1991, y como la familia menciona, fue más que un regalo de reyes, fue la historia de su familia. Ella cuenta que tenía quince años cuando tuvo que salir de su pueblo. Dado su pertenencia a una región austriaca, por aquel entonces, invadida por los italianos, hablamos del año 1914. Ellos tuvieron que convivir con los militares, usurpaban sus posesiones, sus casas, hasta que los obligaron a desplazarse. De ese día recuerda tener que vestir a una hermana pequeña, porque sus padres se habían ausentado para comerciar cabras, a los militares que allí estaban. Espero a su madre de regreso, para así, ir a la estación de tren. Con dirección a Italia.

Los viajes de refugiados en tren

Recuerda que, al llegar a la estación de tren, estaba todo el mundo sentado a la espera del tren, al borde de la calle. Al final llegó su padre, con canastos de mimbre con todo lo que pudo de su casa. Subieron al tren, recuerda en sus memorias, que el tren marchaba despacio por ese territorio, con la precaución de que hubieran bombas sobre la vía. Recuerda que era un tren de carga, sin ninguna comodidad, “cada tanto el tren se paraba, porque la gente debía hacer sus necesidades” afirma Raffaella. Al mismo tiempo, que la Cruz Roja repartía leche a los pasajeros. Llegaron hasta el Piamonte, donde fueron acomodados en un liceo. Donde tenían precarias condiciones, y comidas escasas. Luego fueron llevados a un pequeño pueblo, llamado “Novello”. A sesenta kilómetros de Turín. Así fue como llegaron como refugiados a ese lugar.

Momentos de mucho sacrificio

Ella cuenta que tenían un subsidio de cuatro Liras por día por persona, con eso se tenían que arreglar. Además de algún trabajo rural para los hombres, y trabajos de costura para las mujeres, que eventualmente conseguían. Estuvieron allí tres años. Ella entonces, pudo encontrar trabajo en una casa de campo, para un matrimonio acomodado. Allí conoció a sus patrones, y le indicaron las tareas que tenía que realizar. Básicamente tareas del hogar, pero de todas maneras también debía cumplir tareas de campo, como labrar la tierra, curar los viñedos, recolectar abono. “Me quedé allí, un poquito menos de tres años” afirma Raffaella. Ella cuenta, que cerca de esa finca se escondían los desertores, hasta que un día escuchó que le silbaban. Fue entonces que no aguantó la situación, y motivada por el temor que esta situación le provocaba, abandonó este trabajo.

Memorias de la vuelta a su tierra

Su familia se quedó en el pueblo hasta que se produjo el armisticio del año 1918, entonces pudo volver a su pueblo natal. Esperaron hasta recibir el permiso necesario para poder volver. Encontraron su casa en malas condiciones, dado que había sido zona de guerra. Habían saqueado los muebles, y todas las cosas que quedaron. “La primera noche tuvimos que dormir en el suelo” sentencia. De a poco fueron fabricando sus muebles. Cuenta que, a los años vendría otra guerra, hablamos de la Segunda Guerra Mundial. Para ese entonces, ella ya estaría en Uruguay. Pero entre medio pasarían mas sacrificios y esfuerzos en la vida de Raffaella, como cuenta en esta grabación de sus memorias.

Una vida de trabajo arduo

Ella trabajó en una fabrica de ceras, esto fue después de haberse casado, aún en Italia, cerca de su pueblo natal. Esta fabrica se llamaba “La Viscosa”, porque producía cera artificial, con materias primas que arribaban desde Buenos Aires. Una sustancia viscosa que se obtenía de árboles. Pero volviendo a su matrimonio, ella nos cuenta que conoció a “Toni” su marido por medio de una prima de él. En uno de sus paseos, así como lo cuenta ella “(la prima) fue la que nos hizo gancho”. Así entonces, pidió permiso en su casa, como se estilaba en la época, y su padre accedió a que comenzaran una relación. Por aquel entonces ella tenía 18 años. Estuvieron de novios tres años. Tuvieron un varón, Silvio, luego una mujer, Antonia, y Flavia. Todos ellos nacidos en Italia.

Las memorias de la venida a Uruguay

Luego emigrarían a Uruguay, asentándose en Santiago Vázquez, en una pequeña casa de alquiler, sin agua, de chapa, piso de madera y cielo raso de alpillera. Juntaban el agua de lluvia. A los nueve meses el matadero que daba trabajo en la zona se mudó, por lo que la zona se despobló. Entonces ellos se mudaron a Casabó. No tenían dinero para comprar una casa mejor, dado que esta nueva vivienda era una “casilla”. Fue así, que le ofrecieron comprar un terreno, hecho que les era dificultoso, por la ausencia de liquidez financiera. Entonces, un paisano, les ofreció salir de garantía, y así consiguieron la vivienda. Su marido hacía refacciones y construcciones para la nueva vivienda. Al punto de hasta poder alquilar un cuarto a otras dos personas.

La fuerza de la inmigración

Sin dudas una historia marcada por muchos contratiempos, situaciones difíciles, como fue la guerra, que marcó a muchos de nuestros antepasados. Además, esa añoranza de una mejor vida en otras tierras, lo que muchos buscaban por acá. Y como con mucho esfuerzo y trabajo duro construyeron un nuevo y mejor futuro para si mismos, y que nos formaría como el país que somos hoy. Con esa fuerza característica de la inmigración. Todas las fotos son propiedad de la familia. Agradecemos profundamente a Marianella Minati Picherno por acercar esta historia.